Éste es un sub-blog de www.literaliamexico.blogspot.com. La promoción del autor, como escritor de cuento, novela, poesía y ensayo, es con el único fin de ofrecer al público lector una mirada retrospectiva de la obra de Arturo Juárez Muñoz, como pilar del proyecto de desarrollo y apoyo a jóvenes escritores.

martes, 7 de junio de 2011

EL TRIÁNGULO DE PENROSE (MICRORRELATO)

La imagen del instituto reflejada en el retrovisor del auto, fue la mejor señal de haber abandonado el suplicio de todos los días. Sólo deseaba fervientemente que el dolor de cabeza desapareciera llegada la noche.
         No niego que una desazón terrible me invadía por entero, sin embargo, justo al pasar por el cruce de las calles 27 y 98, una visión me atrapó y me sumió en una vorágine inesperada.
         Cómo pude, desafiando el doble sentido de la calle en que circulaba  no sin recibir el reclamo airado de los que tuvieron que frenar intempestivamente, so pena de impactarse de manera violenta contra mi auto, es que me pude detener para admirar tan elocuente señal.
         Cual adolescente que trepa un peñasco, me agazape por la estructura metálica de los andamios que daban fe del arreglo de uno de los muros de contención del puente principal. Durante el ascenso, las ráfagas de viento ponían a prueba mis habilidades aún vigentes, pues asido con fuerza de los gruesos tubos, logré llegar lo más alto posible.
         Una vez trepado en el segundo puente, una ventisca repentina estuvo a punto de derribarme, pues a más de soplar vientos helados de alta velocidad, me hacían tiritar víctima de un enfriamiento súbito de los huesos de mis manos.
         Tenía que cerrar la boca, pues trozos delgados de aguanieve se proyectaban contra mi rostro, cegándome por instantes y haciéndome perder el equilibrio. Estoy seguro de haber permanecido así por el lapso de dos horas, tiempo suficiente para solazarme con el espectáculo crepuscular de la gran ciudad, pues millones de luces derramadas desde el firmamento, se dibujaban por todas partes cubriendo de un matiz multicolor los monumentos y edificios que se avistaban con claridad desde mi puesto de observación.
         De pronto, como si una señal divina ordenara al viento detenerse, una calma arrobadora y dulce envolvió el maravilloso momento: el sol se ocultaba tras los rascacielos que amenazaban perforar la biosfera que los admiraba desde lo alto.
         Aunque no era la primera vez que la obra divina me dejaba sin aliento, pude constatar el perfecto orden que el Demiurgo concedía para tan mágico momento. La luz opalescente de los últimos rayos solares se derramaban cuales olas doradas que se expandían hasta los últimos rincones, para en un instante fugaz como la vida misma, se trastocaran en florecientes tonos grises y abigarrados dibujándose en las losas, arcadas y baldosas de la plaza que lucía esplendorosamente bella.
         Y allí, justo en ese instante, se proyectó la perfecta conjunción del triángulo de Penrose, de su ecléctica composición de materia y antimateria, de ser y no ser, de sueño y realidad. Un llanto convulso me atrapó y me sacudió de forma inexorable.
         Había buscado esa señal por meses, incluso años. Anhelaba tanto cruzarme con tan divina certidumbre. Me llevé ambas manos a la cara; resultaba inevitable no rendirme ante la obra maestra de quien todo lo hizo porque todo lo puede. La búsqueda había terminado. Mi mente anonadada contemplaba la perfecta geometría de aquella revelación. Por un instante sentí una agobiante necesidad de morir seducido por tan notable maravilla. Los tres brazos del triángulo de Penrose parecían sustraídos de aquel mundo imposible, inalcanzable, pues el hombre se niega a creerlo por tantos y tantos prejuicios que lo ciegan.
         Hubiese querido también que el tiempo se detuviera. Parar las manecillas del reloj del tiempo mío, no el de Dios, no el de aquella realidad posible. Zafarme de las ataduras que me imponen las verdades develadas por unos cuantos hombres para la sociedad.
         Anhelaba ser, si fuere factible, ese nuevo hombre, esa nueva forma de hacer posible lo imposible. Amé por un instante la coyuntura de alargar la eternidad de un nuevo razonamiento, y no el sentirme un instante entre dos eternidades.
         Cuánta verdad había, y sin embargo, cuánta ignorancia vertida por doquier sobre la tierra. Cerré los ojos entonces para no mirar que el nuevo mundo se desdibujaba ante mi atónita mirada. Los últimos visos dorados que el crepúsculo ofrecía, se fueron diluyendo y me llevaron justo al borde liminar de mi inconsciencia.
         Cruzar la línea de regreso era como renunciar a la perfección que Dios me permitió conocer por un instante. Entonces, de ser perfecto pasé a oruga, a gusano colgado de las argamasas metálicas que el hombre inventa para reducir sus bajas estaturas.
         Temía bajar la mirada y descubrir el espectáculo de siempre. Una multitud de seres impensantes estaría intentando poder admirar, lo que para ese momento, era mi gran privilegio. Lo peor es que nadie intentó siquiera seguirme en el intento. Prefirieron quedarse asidos a sus cadenas que los atan al piso que adoran como imperio.
         Ya veo sus rostros apagados por sólo seguir lo que les han impuesto como reglas. Me mirarán, callarán, y en silencio respetuoso más a ellos que a mi osadía, me verán entrar al calabozo al que nadie quiere entrar, al que les han construido como fase final de sus afrentas.
         Intentarán encontrar en mi mirada la luz que fuera sólo para mí, el elegido. Y luego de contemplar cómo me visten de casaca blanca, me veré impedido de decirles que yo sí creí en el Triángulo de Penrose, por eso tuve la dicha de haber visto los ojos de Dios, en una tarde cualquiera.
      
“El triángulo de Penrose, creado por el artista sueco Oscae Reutersvard en 1934 y redescubierto por el físico matemático británico Roger Penrose en 1950, es una concepción bidimensional de tres barras unidas entre sí por sus extremos, de tal manera que conforman un triángulo factible en su visualización, pero imposible en su realización material”

Enlace alterno de artículo sobre el tema de Sir. Roger Penrose:
http://lmmagazinelm.blogspot.com/2011/12/emma-leduc-sir-roger-penrose-y-stephen.html

7 comentarios:

  1. Muy interesante relato.
    En mi estancia universitaria tuve la oportunidad de estudiar el Triángulo (Tribar) de Penrose, sin embargo, me parece que es una palicación muy genuina y descriptiva.
    Erasmo Zepeda (Michoacán)

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  2. Estimado Arturo:
    Me parece muy bien elegido el tema para tan apasionante concepto. Maurits Cornelis Escher incursionó en éste, y lo plasmó con maestría en uno de sus más famosos libros.
    El relato hace honores a la perfección matemática, a la creación divina y a la interpretación del hombre a las cosas que los trascienden.
    Te felicito por el trabajo:
    Sócrates

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  3. Estimado Erasmo:
    Efectivamente, también recibe el nombre de Tribar.
    Es muy utilizado en las escuelas de diseño porque activa la imaginación en su trazo.
    Gracias por tus palabras:
    Arturo Juárez Muñoz

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  4. Amigo Sócrates:
    Totalmente de acuerdo. Escher lo plasmó en su libro Mundos imposibles, y con ello hace un reconocimiento público a su enorme trascendencia.
    De alguna manera, fue inspiración para muchos de sus más famosos grabados.
    Mil gracias:
    Arturo Juárez Muñoz

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  5. Querido Arturo:
    Me hiciste recordar mis clases de diseño tratando de entender el trazo geométrico del Triángulo de Penrose.
    ¡Maravilloso!

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  6. When I knew about the Escher's work, about the Penrose triangle, I thought is the conjunction of creativity and the imposible world.
    Magnificent tale related with this concept.

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  7. Dear Marion:
    Thanks a lot for visiting my blog. It´s a true pleasure.
    Arturo Juárez Muñoz

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