viernes, 21 de octubre de 2011
sábado, 8 de octubre de 2011
EL CAMINO TRANSITADO. POEMA PARA ANNEKA LUBICK
"Con espíritu positivo debo decirte que el tramo más duro y pesado de toda esta historia ya ha pasado sobre mí, y que lo que me queda por remar es, en relación, ahora bien salvable... "
Los poetas también tenemos historias, vivencias, vidas que contar. No todo es poesía, versos y sublevación de los sentidos. Probablemente ello nos ayuda a conservar la calma, a surgir de entre los escombros y emprender nuevas rutas.
Anneka Lubick es, para mí, la representante de la mujer poeta que lucha, se abre paso por entre los hierros retorcidos y enfrenta sus realidades, probablemente como cualquier persona, pero no como cualquier ser humano que se jacte de interpretar su papel en esta Tierra.
¿Qué la distingue entonces? ¿Su manera de entender sus aconteceres cotidianos? ¿Su fe y vocación de poeta incansable y comprometida con su pasión más sagrada, que es la Poesía?
Cualquiera que fuese su propia respuesta, Anneka se abre paso con dignidad, con elegancia, con estoicidad. La tragedia es parte de su vida, pero su vida no es parte de la tragedia.
De nacionalidad argentina, es una mujer positiva, emprendedora, que se entrega al trabajo con pasión desbordante y se afana a los quehaceres de los demás como si fuesen sus propias necesidades.
Como una forma de reconocimiento, pero también de apoyo a su solidaria virtud de mujer universal, le ofrezco el siguiente poema, el cual intenta tomar ese momento maravilloso en que el ser humano logra el reposo espiritual, duerme en mansa hierba y decide que todo ha sido superado.
EL CAMINO TRANSITADO
Cuando contemplo el camino transitado,
el cuarzo de sus filosas piedras
cambió por suave arena fresca y fría.
Las escarpadas veredas,
el rudo rostro acantilado
y el abismo de bramido oscuro,
han quedado atrás, ya no hay dolor, sólo alegría.
Si lo anduve, seguro fue de día y no de noche.
Ya no recuerdo el rostro acongojado
de aquella vida vacía.
Habré olvidado de mis pies, sangrantes llagas.
Mis brazos lacerados por atados de cardos
sanaron ya sus purulentas heridas.
Ya no hay dolor, ya no hay miseria, sólo alegría.
Si vi morir mil soldados, si vi llorar madres destrozadas,
si vi caer golondrinas sobre braceros negros,
todo, todo parece un recuerdo vago en mis adentros.
Ya no hay dolor, y en mi alborada, sólo alegría.
Arturo Juárez Muñoz
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